Estados Unidos ha comenzado una nueva guerra fría contra Rusia que podría convertirse en una guerra 'caliente' que acabe destruyendo… a EE.UU., y no por las armas.
Las bases y tropas de la OTAN rodean Rusia, pero no es Moscú sino Washington quien debería pensar en cómo se podría evitar una guerra nuclear, porque sería un verdadero suicidio para la civilización estadounidense, en primer término, sugiere Konstantín Sivkov, experto militar ruso y presidente de la Academia de Asuntos Geopolíticos.
Su razonamiento es simple: un ataque de Estados Unidos contra cualquier país que disponga de un artefacto nuclear lo suficientemente fuerte conllevaría un peligro de cataclismo natural y el fin de la civilización estadounidense por razones puramente geofísicas.
Al referirse a posibles escenarios de una guerra nuclear, el analista indicó: "Entre estos procesos llaman la atención los fenómenos geofísicos. Excediendo muchas veces el poder de las armas nucleares, las catástrofes naturales pueden ser causadas por artefactos relativamente débiles", afirmó Sivkov.
A juicio de los especialistas, un desenlace devastador es muy factible dadas las características geofísicas de los territorios de Rusia y Estados Unidos, por lo que la mayor potencia militar del mundo debería descartar cualquier posibilidad de guerra nuclear, la cual podría ser la última guerra de EE.UU.
El talón de Aquiles norteamericano
Un área muy vulnerable norteamericana es la falla de San Andrés: situada en una gran depresión de terreno en un área límite transformante, con desplazamiento derecho entre la placa Norteamericana y la placa del Pacífico. Esta falla transformante es famosa por producir grandes y devastadores terremotos y se extiende a lo largo de la costa de California, tanto por la superficie terrestre como bajo el agua.
Es una zona de inestabilidad que genera terremotos geofísicos con una magnitud 8,5 en la escala de Richter. Si recibiese el impacto de una potente explosión nuclear, podría dar lugar a eventos catastróficos que destruirían completamente la infraestructura de los Estados Unidos en la costa del Pacífico por un tsunami de enorme escala.
Las zonas costeras de EE.UU., con una ligera elevación sobre el nivel del mar, son el hogar de la mayor parte de la población estadounidense: más del 80%. Las mismas zonas también albergan la mayor parte del potencial industrial de EE.UU. Incluso un tsunami relativamente poco intenso, de varias decenas de metros de altura, puede provocar consecuencias desastrosas para los Estados Unidos, hecho que demostró muy claramente el huracán Katrina en Nueva Orleans.
La geografía de EE.UU. presenta un gran problema: en el Parque Nacional de Yellowstone hay un supervolcán que lleva el mismo nombre y que está próximo a su periodo de activación, que se produce con una frecuencia de 600.000 años. Los geólogos creen que el supervolcán de Yellowstone podría entrar en erupción en cualquier momento.
Por lo tanto bastaría con dar un "pequeño empujón", de un megatón de potencia, para activar su erupción, sugiere Sivkov. Las consecuencias serán catastróficas para los Estados Unidos. El país entero se cubriría de una capa de ceniza de decenas de metros de grosor.
Consecuencias para el mundo
Incluso una potente explosión causaría una poderosa erupción de Yellowstone. Los Estados Unidos dejarán de existir o quedarán completamente destruidos, aunque los efectos para el resto del mundo serán catastróficos.
El menos propenso a sufrir será Rusia, debido a la distancia desde el lugar de la erupción, el tamaño del territorio y la ubicación de las principales poblaciones. El daño a los países situados en el lado opuesto de los EE.UU. también será relativamente pequeño. Sin embargo, la erupción sería un desastre para toda la civilización humana.
Pero para ello debería existir un arma lo suficientemente potente: la posibilidad misma de su uso debería 'reprimir' cualquier idea de atacar a Rusia, sugiere el analista. RT