Páginas

UFO/OVNIS,Ciencia, Historia, Enigmas, Misterios, Noticias,Conspiraciones, NWO, Un viaje al otro lado, un viaje a lo desconocido. UN VIAJE A OTROS MUNDOS, OTRAS DIMENSIONES

Translate

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

sábado, 10 de enero de 2015

La Ciudad de las Brujas: Salem, Estados Unidos



Salem, pequeña ciudad y puerto Atlántico situada muy cerca de Boston es también denominada «Ciudad de las brujas» (Witch City). Conocida mundialmente por las “brujas de Salem”, este nombre se debe a causa de los juicios que tuvieron lugar en esta localidad en el año 1692, donde radicales evangélicos llevaron a cabo penas de muerte en contra de la brujería, asesinando a más de 20 personas.

La historia 

Todo comenzó a principios de 1692 en casa del reverendo Samuel Parris, un comerciante puritano convertido en ministro de la Iglesia que se fue haciendo un hueco en las pequeñas aldeas de Boston, sustituyendo a otros ministros durante sus ausencias. La comunidad se negaba a pagarle un salario a costa de aumentar sus impuestos, ya que él no era el ministro oficial. Por esta razón, el reverendo comenzó a predicar sermones sobre una hipotética conspiración de Satanás en Salem. Ello, unido a pequeñas rencillas personales, envidias propias de los pueblos pequeños y una reciente epidemia de viruela, sembraron la semilla de la desconfianza. En una sociedad timorata e influenciable, el desenlace era cuestión de tiempo. 


Así, el reverendo Parris tenía tres hijos y una sobrina a su cargo y para el cuidado de éstos, y según la costumbre de las familias adineradas, también tenía una esclava antillana, fruto de sus negocios pasados en la zona. Tituba, la esclava, debía cuidar de unos niños consentidos y maleducados. Por ello, para acallar sus caprichosos deseos, decidió contarles cuentos y enseñarles juegos, entre los que estaba el de leer el porvenir en las claras de los huevos. Estas prácticas fascinaron a Betty y Abigail, la hija mayor y la sobrina del reverendo, quienes a su vez, invitaron a otras amiguitas a participar en estos juegos. 

Un buen día, las niñas cayeron enfermas y el Dr. William Griggs, incapaz de diagnosticar una enfermedad real, decidió salvaguardar su reputación afirmando que se trataba de brujería. Diagnóstico socorrido donde los haya. A Parris esto le vino como anillo al dedo para continuar acosando en sus sermones a la comunidad de Salem y otros pueblos cercanos. Los síntomas que presentaban tanto las niñas Parris como sus compañeras de tropelías eran extraños y no tenían explicación: corrían a cuatro patas, ladraban, lloraban sin razón, sentían pellizcos y picores… Lo que a todas luces viene a ser un sonado berrinche, que debidamente atendido e incluso aplaudido llegó a convertirse en un ataque de histeria colectiva. 

Los juicios 


Pero lo mejor estaba aún por llegar. Cuando preguntaron a las niñas por la razón de su enfermedad, ellas inmediatamente acusaron a Tituba, pero no contentas con eso, comenzaron a dar otros nombres, hasta que el grupo de sabios ministros que formaba el tribunal llegó a la conclusión de que efectivamente, como ya había advertido el reverendo Parris, el mismísimo diablo estaba entre ellos, engañaba y poseía los cuerpos de los vecinos de Salem y los torturaba. Por lo que según la ley británica, base de la estructura legal del Massachusetts del siglo XVII, la brujería era un delito penado con la horca. El juicio seguía el mismo procedimiento que la todopoderosa y siempre justa Santa Inquisición: si confiesa es un “afligido”, es decir, una víctima que ha sido poseída y atormentada por el demonio. Y si no confiesa, es un brujo o una bruja que no sólo adora al diablo, sino que además es causante de las posesiones de los “afligidos”. Y si algún afligido no estaba seguro de lo que quería confesar, el amable tribunal le ayudaba a decidirse mediante las más modernas y delicadas técnicas de persuasión. Ante semejante panorama, los afligidos gritaban ante el tribunal los nombres de aquellos vecinos que, convertidos en brujos, los habían poseído y torturado. 

Y el conflicto iba más allá cuando un vecino no quería pecar y condenar su alma inmortal, confesando falsamente, que era un brujo, a fin de salvar solamente su cuerpo de una muerte prematura. Entre los condenados hubo 20 personas que se mantuvieron fieles a la verdad y que, por tanto, el justo tribunal de ignorantes reverendos atemorizados por Parris llevó a la horca. Porque en Salem no se quemaba a las brujas, ni se las hacía desaparecer con agua, como en los cuentos, no. A las brujas de Salem se las ahorcaba bajo un gran roble. 

Según los más sabios había varias formas de comprobar si alguien era o no realmente un o una bruja. Si se lanzaba al acusado por un precipicio y no salía volando sobre su escoba, sino que se despeñaba hasta morir, es que era inocente. Si se le lanzaba al río, atado y se ahogaba, también era inocente. Si se le increpaba para que rezase una oración y titubeaba o se equivocaba en una palabra, es que era culpable, aunque después se demostró que la fuerza del maligno podía engañar en esta prueba, así que perdió su validez. Y desde luego, la mejor de todas, era la del tacto. Si un afligido, en pleno ataque, tocaba a la bruja que lo estaba atormentando, inmediatamente quedaba libre del tormento y se demostraba la culpabilidad del acusado. Juicios muy rigurosos todos ellos. 

De modo que el temor a ser condenado provocó que unos delataran rápidamente a otros, aún a riesgo de condenarse por perjurio o quizá con la loable intención de arrepentirse años después y ser perdonados por el buen Dios. En pocos meses el miedo y la histeria se apoderaron de un pueblo ignorante y envidioso, la receta perfecta para una tragedia. 

El resultado 

Pero no todo fue imaginario. Hay quien apunta que las supuestas posesiones demoníacas, que algunos juraron haber sentido, especialmente las malcriadas niñas Parris, no eran puramente psicológicas, sino que parte de los síntomas se debían al ergotismo, una intoxicación por ergot o cornezuelo, que se adquiere al consumir pan de centeno fermentado, que es alucinógeno… 


Entre junio y octubre de 1692 se ahorcó a 7 hombres y 13 mujeres. Se arrestó a más de 200 personas, entre mujeres, hombres y, lo más escandaloso, niños y embarazadas. Y las niñas, ávidas de atención, habían acusado a otras 200 personas más. Los infortunados esperarían su turno para ser juzgados y después para cumplir sentencia en caso de ser hallados culpables, hacinados en pequeños y oscuros calabozos. Cuchitriles mal ventilados y húmedos, en los que murieron, al menos otras cuatro mujeres. Y otro anciano que fue apedreado. 

La histeria colectiva contagio a un tribunal instigado y presionado por el reverendo Parris, pero las buenas personas, que también las había, informaron a otras autoridades más elevadas y el Tribunal Especial de Auditoría y Casación de Salem, presidido por el juez William Stoughton, fueron suspendidos por el Gobernador Williams Pipps, en octubre, reemplazándolos por el Tribunal Supremo que, entre otras cosas, no aceptó la evidencia espectral como prueba… con lo cual las niñas se quedaron sin argumento. Se liberó a aquellos que esperaban ser juzgados y se perdonó a los que habían sido condenados. Tiempo después algunos, con mala conciencia, se disculparon públicamente e incluso hay quien dice que se indemnizó a las familias, a las que previamente habían expropiado sus bienes para cubrir los gastos de alojamiento… en las celdas. 

Apariciones en la actualidad 


Sin embargo, no parece que esto fuera suficiente en ningún caso, puesto que a los condenados que fueron ahorcados no se les puede resarcir de ningún modo, tampoco se puede desvanecer el resentimiento generado por las víctimas encarceladas y torturadas injustamente. El dolor, el miedo, la injusticia… son sentimientos que quedaron flotando en el ambiente. En la actualidad, son muchos los que afirman que pueden observarse fenómenos inexplicables en la zona, algunos hablan de pequeñas luces que se mueven describiendo orbes en el aire, otros aseguran haber visto o incluso fotografiado una especie de niebla blanquecina y densa, que envolvía un espacio muy pequeño de terreno, bien en el bosque o en el cementerio, otros van más allá y hablan de apariciones, de mujeres con las manos atadas, arrodillarse a rezar, de voces, de lamentos… quién sabe, no sería extraño que a pesar del tiempo transcurrido, aquellos hombres y mujeres asesinados injustamente, aún hoy siguieran sin entender lo sucedido.